martes, 6 de marzo de 2012

Pensamientos

A veces quisiera volar. Es un pensamiento recurrente que de vez en cuando aparece en mi mente así sin más: Quiero volar. Para mí esas palabras tienen un significado mucho más amplio que el de simplemente ir al aeropuerto, tomar un avión hacia alguna parte y despegar los pies del suelo. Significa libertad. Significa en su forma ideal alzarme del suelo y poder dirigirme a cualquier parte a voluntad cual Neo en “Matrix Reloaded”. Irme lejos de todo. Dejar atrás preocupaciones, obligaciones no auto impuestas, el dolor de las heridas del pasado y en general toda forma de sufrimiento. Así que cuando mi mente dibuja el pensamiento Quiero volar se está refiriendo las más de las veces a un deseo de libertad emocional más que física o geográfica. Porque al fin y al cabo no basta con ir a otro lugar para que toda esa carga negativa desaparezca. La llevo conmigo allí donde vaya y la única diferencia que puede suponer viajar es el relativo alivio que aporta la novedad del lugar visitado, pues ante un entorno completamente nuevo es fácil distraerse de pensamientos dolorosos. Al menos el tiempo necesario para que ese nuevo lugar adquiera también cierta cotidianeidad, momento en el que el dolor vuelve paulatinamente hasta hacerme acariciar de nuevo la idea de marcharme de otra manera más definitiva.
Lo he pensado muchas veces. Unas con profunda tristeza y hasta llorando ante la idea, y otras sonriendo ante el alivio que ello supondría. Dejar atrás todo dolor, toda tristeza, toda herida... El descanso definitivo de todo eso por fin. En cualquier caso siempre he tenido claro que antes de llevar a cabo mi partida he de esperar a que ya se hayan marchado también mis padres, dado que sé a ciencia cierta que no lo soportarían y que con toda seguridad arrastraría conmigo como mínimo a mi madre. Y eso es algo que no puedo aceptar de ninguna manera. Así que entretanto aquí estoy, contemplando como una posibilidad más que factible marcharme en cuanto lo hayan hecho mis padres, ya que de este modo no lo haré con la mala conciencia de estar a punto de provocarles un insoportable dolor que no merecen.
Una vez establecido el plazo mínimo que ha de transcurrir para mi partida queda decidir la forma en que lo haré. Aún no lo tengo claro del todo, pero lo que sí tengo más que decidido es que ha de ser una forma que no me provoque miedo ni sufrimiento. Si me voy precisamente por haber tenido demasiado de lo segundo no voy a marcharme también de esa manera. Pero ya se verá. Tengo tiempo. De momento sigo aquí. No sé por cuánto tiempo, pero de momento me quedo aquí.